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Iglesia Conventual de San Agustín

La presencia de la comunidad agustina en la capital cordobesa atravesó diferentes estadios de adaptación. Sus orígenes se remontan a tiempos de Fernando III cuando la congregación, una vez reconquistada la ciudad, llegaba por primera vez al actual Campo de la Verdad, conocido entonces como Campo de San Julián. Más adelante, y debido a las diferentes incursiones que venía sufriendo, pidió lugar en la ciudad amurallada. Así fue como Fernando IV le proporcionó agua en 1308 hasta que en 1313 solicitó bula a Clemente V para poder instalarse en el lugar ocupado ahora por el Alcázar de los Reyes Cristianos. Finalmente, los agustinos fueron trasladados en 1328 a unos terrenos en la zona suroriental de la antigua collación de Santa Marina, ámbito donde hoy se encuentra el edificio.

Por aquel entonces, el convento supuso un gran impulso urbanizador en una collación escasamente poblada tras la reconquista. Los agustinos, además, poseían un buen número de propiedades entre las que se hallaban diversas casas por las que obtenían beneficio mediante su venta o arrendamiento, según la conveniencia económica de la comunidad. Sus dominios comprendían una extensa superficie en la zona que alcanzaba las calles Dormitorio de San Agustín (la actual calle Obispo López Criado), Huerto de San Agustín y La Piedra Escrita (hoy calle Moriscos).

A partir de este momento, comenzaron las construcciones más antiguas de la Iglesia que datan de 1328. El que fuera alcalde mayor de la Córdoba, Fernando Díaz, Señor de Santa Eufemia, y su esposa María García, fundaron la capilla mayor, otorgándola en 1335 como lugar de enterramiento propio.

Tras esto, la Iglesia siguió transformándose a lo largo del siglo XVI mediante la construcción de numerosas capillas. Pero fue realmente en el siglo XVII cuando el templo sufrió la reforma más importante. Entre las actuaciones más destacadas descuella la reestructuración de la capilla mayor, los brazos del crucero, así como toda la construcción de la nave central y coro, el claustro, sacristía, oficinas y dependencias varias.

Por desgracia, a esta etapa de esplendor le siguió una de total decadencia. El siglo XIX fue bastante duro para San Agustín, ya que resultó pasto de las llamas y sufrió su enclaustramiento durante la desamortización de Menendizábal, algo que conllevó el lógico deterioro del edificio tras permanecer cerrado durante algún tiempo. Es a comienzos del siglo XX cuando el obispo Pozuelo cedió el templo a los dominicos bajo cuya jurisdicción permanece hasta nuestros días. Sólo entonces debió alterarse la composición de la portada con una remodelación historicista, con la incursión en el interior del vano neogótico. En los años ochenta se plantea el rescate de las pinturas y la reconstrucción del edificio.

Actualmente, el templo permanece cerrado al culto debido al profundo proceso de restauración que viene sufriendo desde hace varias décadas, labor que, si nada lo impide, será finiquitada en 2007.

Evolución artística del edificio

Considerada como Bien de Interés Cultural desde su declaración como Monumento Histórico Artístico el 19 de enero de 1983, la Iglesia conventual de San Agustín se encuentra ubicada en la plaza a la que le da nombre, un amplio espacio bastante regular y cuya urbanización data de 1854.

Desde el punto de vista morfológico, el templo presenta planta rectangular que se divide en tres naves, cada una con seis tramos separados por pilares. Asimismo, el templo posee un crucero alineado y cabecera triple ochavada. De toda la estructura sólo se conserva de época medieval la cabecera y el crucero. Posiblemente, la planta primigenia estuvo compuesta por una cabecera con triple ábside poligonal. Los restos conservados impiden vislumbrar y valorar del todo el desarrollo de las naves, aunque sin duda fue similar en cuanto a características y peculiaridades a las de otras iglesias de la ciudad, esto es, tres naves, siendo la central más ancha y alta que las laterales.

La cabecera se encuentra compuesta por un ábside central y dos laterales, cuya cubierta es de bóveda de crucería gótica con espinazo central. De gran importancia resulta la presencia de espinazo en las bóvedas de las tres capillas absidiales, ya que demuestra la influencia burgalesa y corrobora su cerramiento en el siglo XIV. Es importante destacar el perfil más delgado y apuntado de los nervios y de los formaletes, algo que desemboca en unos plementos mucho más cóncavos, detalle muy apreciable en la capilla mayor de cubrición, muy posterior a las laterales, y cuyas claves originales conserva, mientras que los vanos, de lógica necesidad lumínica, corresponden al tipo Chartres.

En cuanto a las bóvedas de las capillas del evangelio y de la epístola, seis son los plementos que alberga, y en el tramo que precede, al igual que en los brazos del crucero, sólo habitan cuatro.

Especial singularidad alcanza la capilla de la epístola, la cual presenta un conjunto de rosetones de interesante tracería que aportan mayor originalidad al conjunto. Asimismo, el crucero exhibe bóveda de crucería en los laterales, y en el centro, casi con toda seguridad, existió una bóveda de crucería estrellada. Por otro lado, en lo que a elementos sustentantes se refiere, los pilares empleados en la cabecera y el crucero son acodillados, es decir, cada ángulo o codillo del mismo lleva adosado un baquetón o columna, a lo que habría que añadir la particularidad de ostentar columnas en los ángulos del polígono. Otro de los elementos a tener en cuenta son los capiteles que, precisamente en este tramo, se encuentran tallados con gran rusticidad y se ornamentan mediante motivos vegetales, con predominio de hojas y aves. Asimismo, un ejemplo de las iglesias locales del siglo XIII es la manera de disponer los arcos, que siguen el tipo apuntado, doblado y achaflanado.

La portada principal, a los pies del templo correspondería ya al siglo XV . Es precisamente a finales de esta centuria del cuatrocientos cuando las actuaciones en la Iglesia de San Agustín comienzan a desarrollarse con normalidad, aspecto que se detecta en las diferentes obras destinadas al adecentamiento del edificio. De este modo, en 1488 fray Antón de Córdoba contrata con Luis Fernández y Pedro Romana la pintura del retablo tallado por Guillermo Alemán, y años más tarde, en 1491, concierta con Juan de Burgos pintar las ventanas y cortinas de ambos lados del altar mayor y las vidrieras del templo.

A finales del siglo XVI la Iglesia sufre una gran transformación. Se modifica el frente del coro con trazas marcadamente manieristas, de la que descuella una composición de tipo serliano, con hueco circular en el centro y rectángulos en los laterales, detalle muy utilizado por Hernán Ruiz III. Durante estos mismos años debió construirse la torre con dos cuerpos de campana, de planta rectangular el primero y cuadrada el superior, con doce vanos enmarcados por pilastras toscanas y rematados por pinjantes. El hecho de que éstas peculiaridades sean relacionables con la serliana del coro, hace deducir la vinculación de estas obras al legado que en 1589 hicieron los marqueses de la Guardia.

Pero fue en el primer tercio del seiscientos, entre 1617 y 1630, cuando la iglesia medieval sufre una profunda remodelación para adaptarla a la estética del momento, siendo prior de la orden fray Pedro de Córdoba. Aunque es completamente desconocido el arquitecto o arquitectos artífices de las obra, sin duda, es probable que perteneciera o pertenecieran al círculo de la Catedral o al menos, tuvo en cuenta el planteamiento arquitectónico de la Iglesia Mayor cuando fue proyectada la reforma del templo agustino. En este sentido, los elementos estructurales de la cabecera y de los brazos del crucero se mantuvieron, aunque modificados con pinturas murales que representan ángeles portando instrumentos musicales. Mientras, en el crucero se mantuvo la cubierta de crucería gótica en los laterales, decorándola con pinturas representativas de figuras de santos y santas de la orden de San Agustín. El espacio central se cubrió con bóveda ovoide dividida en gajos cuyo descanso lo ejerce sobre pechinas ornamentadas con las representaciones de los Padres de la Iglesia.

El cuerpo del conjunto del templo cambió radicalmente de aspecto, desapareciendo todo vestigio medieval. Las tres naves divididas en seis tramos se mantuvieron, pero los pilares se convirtieron en los actuales rectangulares con rica decoración y pinturas murales, entre las que destacan las que representan a los profetas, del círculo artístico de Cristóbal y Antonio Vela. La cubierta de la nave central fue cambiada por una bóveda de cañón con lunetos compartimentada por recuadros y decorada con pinturas murales atribuidas a Juan Luis Zambrano. Las figuraciones de la bóveda recrean a los apóstoles junto a frases relacionadas con el credo, mientras que los lunetos acogen diferentes parejas de santas de medio cuerpo perfectamente reconocibles por sus nombres.

Con respecto a los espacios laterales, presentan cubiertas de techumbre plana muy decoradas, con yeserías y pinturas murales que representan escenas de la vida de Santo Tomás de Villanueva, ésto con respecto a las que se ubican en la nave izquierda, en tanto que las correspondientes a la nave derecha, se encuentran prácticamente perdidas.

En cuanto al coro y el sotocoro destacan por la profusión de ornamento. El primero se ubicada a los pies de la iglesia y en alto, ocupando tres de los últimos tramos y se encuentra apoyado sobre ricas ménsulas que se prolongan a lo largo de la nave central y parte de los brazos del crucero con una rica balconada. Por otro lado, el sotocoro destaca por sus yeserías y pinturas, entre las que sobresale una Inmaculada fechada en el primer tercio del siglo XVII, atribuida a Cristóbal Vela.

Como conclusión a toda ésta transformación, la fachada principal se compone de tres portadas y es desarrollada en forma de hastial desmochado. Por encima de estos tres accesos se ubican tres vanos coronados por óculos que recuerdan el lenguaje formal de los Hernán Ruiz. Coincidiendo con la nave central, presenta un vano adintelado que cobija un arco carpanel sobre el que se ha trazado otro trilobulado rodeado por un tercero de medio punto. Todo ello se encuentra enmarcado por columnas corintias sobre las que apoya un entablamento coronado por frontón partido. El titular del templo, San Agustín, preside la hornacina que se descubre justo en el centro de éste y es rematado por un frontón curvo a su vez flanqueado por escudos. La fachada se completa por dos puertas que comunican con las naves laterales, las dos adinteladas y rematadas por frontón partido con pinjantes y cartela en el centro con escudo. Por último, la torre de dos cuerpos, cierra el conjunto, albergando doce vanos enmarcados por pilastras toscanas rematadas en pinjantes.

Bienes muebles

Muchos fueron los altares que albergaba este templo cordobés, algunos de ellos dedicados a advocaciones de gran arraigo devocional, como el de la Virgen de las Angustias, el de Jesús Nazareno, San José, Santo Tomás, San Isidro o San Nicolás de Tolentino conservándose sólo el de Santo Tomás de Villanueva, datado en el siglo XVII, que se encuentra en el crucero y destaca por su gran calidad artística.

El deterioro del templo comienza a hacerse patente a partir del siglo XIX, con la invasión napoleónica, momento en el que fue incendiado el edificio y posteriormente restaurado en 1815, intervención de la que se desconoce el alcance que pudo llegar a tener. A esta etapa se atribuye la desaparición de muchos de los retablos laterales y las pinturas del techo de la nave lateral derecha. Fue entonces cuando se decidió realizar el retablo ubicado en el presbiterio, obra en yeso pintado con imitación a mármol, en el que se hace patente la influencia decimonónica.

Bibliografía

-Grupo INTECBIC (Investigación y tecnología de Bienes Culturales) Jordano Barbudo, Mª Ángeles, Moreno Cuadro, Fernando y Mudarra Barrero, Mercedes. Iglesias de la Reconquista. Convenio Universidad de Córdoba-Cajasur. Córdoba.1998

-Grupo ARCA. Guía Artística de la Provincia de Córdoba. Universidad de Córdoba. Córdoba. Córdoba. 1995

-A.A.V.V. Córdoba Capital. Fascículos 1 al 18. Volumen 2 (Arte). Caja Provincial de Ahorros de Córdoba. Obra Cultural. Córdoba. 1993

La iglesia de San Agustín y su mensaje

La presencia de la comunidad agustina se documenta en Córdoba por primera vez en el siglo XIII y ya en el segundo tercio del siglo XIV se asientan en la collación de Santa Marina, donde construyen el convento y la iglesia de San Agustín en el que permanecen hasta su exclaustración en el verano de 1835.

Según Aranda Doncel durante toda la edad moderna esta orden ocupa un lugar relevante entre las distintas comunidades religiosas de la ciudad, tanto por el elevado número de frailes como por el importante papel que desarrollan en el plano espiritual y cultural.

De forma directa o indirecta, la presencia de los agustinos dejó para la posteridad dos de los mayores tesoros que hoy tenemos la suerte de contemplar: el grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias y la incomparable iglesia de San Agustín.

Inicialmente la traza de esta iglesia era totalmente gótica y su nave central la de mayor anchura de cuantas se construyeron en esa época en Córdoba. Las naves laterales, adinteladas, eran más bajas que la central. A finales del siglo XVI comenzó una época de mejoras continuas y bajo la dirección del Prior de los agustinos Fray Pedro de Góngora (quien concertó en nombre de la hermandad el contrato con Juan de Mesa para la realización de la Virgen de las Angustias) la primitiva iglesia gótica adquiere la exuberante apariencia barroca que hoy podemos admirar. El mismo Fray Pedro firma a su manera la finalización de las obras con la inscripción “F P DE G 1633” que hoy se puede observar sobre la puerta principal de la iglesia.

La descripción completa de San Agustín es una materia difícilmente abarcable en estas páginas pero se intentará resumir lo más destacado de la decoración escultórica y pictórica de la iglesia y, sobre todo, el mensaje que transmite. San Agustín es ciertamente una obra planeada con dos grandes fines: el puramente estético y el doctrinal, ya que enseña el camino para la salvación del alma a quien esté dispuesto a aprenderlo.

Decoración escultórica

La primera visita a San Agustín causa en todas las personas la misma sensación: una profunda impresión ante la belleza del templo y, una vez superada, la admiración por la profusa decoración que lo recubre.

Sobre el mismo cancel de entrada se puede observar una mujer sentada que sostiene un libro con la tiara pontificia en un brazo y una cartela en el otro, y a ambos lados de la mujer sendos ángeles sostienen un báculo coronado con una cruz papal y unas llaves. Esta figura es la personificación de la Iglesia: matrona que sostiene las Escrituras, base de la autoridad del Sumo Pontífice. En esta misma zona se encuentra la firma de Fray Pedro de Góngora anteriormente comentada.

Siguiendo la nave central, dispuestas en grupos de cuatro (dos en cada arco) y de derecha a izquierda según se entra a la iglesia, representaciones de las virtudes cristianas esperan al visitante:

  • Simplicidad con una paloma y un cordero en las manos, y la Concordia con una bandera blanca. Frente a ellas la Penitencia en actitud de azotarse y la Piedad (la Religión), representada con un libro en la mano y un cetro culminado por un sol en la otra. Son todas virtudes adquiridas, alcanzables mediante la autodisciplina, y el primer paso en el camino de la perfección cristiana.
  • La Prudencia, con una careta de hombre en la parte trasera de la cabeza, y Justicia, con velo dorado. En frente la Templanza, con un freno o bozo, la Fortaleza, con casco y escudo. Son las virtudes cardinales, fundamentales para el cristiano y segundo paso en el camino de la perfección.
  • La Caridad, con un niño y un corazón llameante, y la Esperanza, quien sostiene un ancla sobre sus rodillas. La Verdad porta un libro abierto y levanta un sol resplandeciente con el brazo izquierdo, mientras que la Fe muestra un cáliz y una cruz. Se trata de las virtudes teologales acompañadas de la Verdad, para completar el número de cuatro. Son el tercer escalón en el camino del cristiano y su adquisición solo podrá lograrla quien haya preparado su espíritu mediante la práctica de las virtudes anteriores.
  • Finalmente aparecen la Vigilancia y la Sabiduría, que es una mujer con un libro abierto que porta una vela encendida. Frente a ellas una alegoría de la Gloria (la Fama), representada mediante un ángel trompetero, y la Liberalidad (entendida como Generosidad) con una cornucopia.

De esta manera, el visitante que recorra el camino comprendido entre la puerta de entrada y el presbiterio se encontrará en los muros de la iglesia con el camino que lleva al triunfo final del cristiano y la entrada en la gloria: la práctica de las virtudes morales y teologales.

Si bien el altar mayor anterior fue destruido la noche del 18 al 19 de julio de 1936, fue reedificado en madera y escayola siguiendo sus trazas. En uno de los retablos que flanquean el tabernáculo se encuentra una imagen de San Agustín que, dada la coincidencia estilística con algunas obras documentadas, ha sido atribuida por los expertos a la gubia de Juan de Mesa.

En los laterales del presbiterio hay estatuas policromadas de San Silverio y San Gelasio (Papas santos), acompañados por pinturas de los Santos Caballeros: Santiago el Mayor, San Juan de Mata, San Pedro Nolasco y San Jorge.

Además de los motivos principales, existen numerosos elementos escultóricos que a modo de exorno los acompañan: hojas, flores, frutas y guirnaldas,  figuras mitológicas o fantásticas como las que sustentan la tribuna que recorre la nave central (grifos, atlantes, etc.), mujeres aladas que extienden en círculo sus mantos como símbolo de la bóveda celeste, cabezas de león y arpías sujetando las galerías, etc. También hay una gran profusión de símbolos de las órdenes agustinas y dominicas.

Decoración pictórica

De entre todos los elementos pictóricos de la iglesia, uno de los más espectaculares es sin duda el sotacoro, dedicado íntegramente a la Inmaculada Concepción que ocupa la parte central.

En el arranque del sotacoro, junto a la puerta, se encuentra la inscripción SPVSSSVPERVENIENTINTE (Spiritus Sanctus superveniet in te o “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”, que corresponde al Evangelio de Lucas 1,35). Justo en el lado opuesto se representa un versículo perteneciente al Génesis: IPSA CONTERET CAPVT TVVM (Ella te aplastará la cabeza). Ambas inscripciones tratan de destacar la concepción de María por la intervención del Espíritu y la victoria sobre el pecado por antonomasia. Y sobre estas dos notas, desarrolla Cristóbal Vela su magnífica obra.

La bellísima Virgen, que se eleva sobre la luna rodeada de querubines, muestra un rostro adolescente y los párpados bajos en signo de humildad. A sus pies ocho ángeles portan símbolos marianos mientras que alrededor de Ella, en cuadros separados, se disponen los atributos de la Inmaculada en tres grupos:

Pasajes alegóricos, situados a los lados de la Virgen:

Un templete (Templo del Espíritu Santo, I Corintios, 6,19), una paloma blanca (Única es mi paloma, Cantar de los Cantares, 6,9), un rosal blanco (Rosa sin espinas) y un espejo (Espejo sin manchas, Sabiduría, 7, 26).

Una zarza ardiendo (Éxodo, 3), una viña (La vid echará sus brotes, Cantar de los Cantares, 7,13), el sol (Escogida como el Sol, Cantar de los Cantares, 6, 9) y una fuente (Fuente del jardín, Cantar de los cantares, 4, 15)

Un jardín vallado (Ortus conclusus, Cantar de los Cantares, 4, 12), un pozo (Pozo de agua viva, Cantar de los Cantares, 4, 15) y una torre fortificada (Turris David cum propugnaculis, Cantar de los Cantares, 4, 15). 

Una puerta sobre un monte (Porta Coeli, Génesis, 28, 17), un árbol florecido (Virga Jesse floruit, Isaías, 11, 1), un templo con una gran torre (Domus Dei, Génesis, 28, 17) y una escalera hasta el cielo (Scala Coeli, Génesis, 28, 12).

Cuadros de flores, dos encima y dos debajo de la Inmaculada: 

Iris, que significa “lirio en espada”, en alusión al dolor de la Virgen durante la Pasión de Jesús.

Rosal, flor de gran simbología mariana.

Azucenas, otra de las flores  de la Virgen.

Flores diversas:

Árboles situados en los vértices del cuadro de la Virgen:

Cedro, símbolo de belleza y majestad, del Señor y la inmortalidad. 

Plátano, que por sus ramas anchas y altas simboliza la caridad, la firmeza y la superioridad moral.

La palmera, que simboliza la victoria.

El ciprés, identificado con la muerte y la inmortalidad.

En los pilares de la nave central se dispusieron pinturas representando escenas de la infancia de Jesús: Presentación en el templo, Jesús entre los doctores, Adoración de los Pastores y las ofrendas de los Reyes al Niño Dios.  Por su parte, en los costados menores de cada pilar, se representan hasta doce profetas con mensajes mesiánicos: Malaquías, Joel, Jonás, Miqueas, Nahúm, Amós, Zacarías, Oseas, Daniel, Ezequiel, Isaías y Jeremías.

Muy interesante es también la representación pictórica del Credo que recorre el techo de la nave central. En seis cuadros, pintados al óleo directamente sobre el yeso, se representan los distintos versículos del credo escritos sobre filacterias sostenidas por ángeles. En cada uno de los seis cuadros hay dos apóstoles representados de forma muy sencilla y sin atributos.

En los semicírculos que los lunetos trazan sobre el muro se representan parejas de santas, de distintas épocas y origen, pero todas mártires. Según Miguel Ángel Adrián Abad, podrían representar una “procesión” en honor de la Virgen, de forma paralela a la que los profetas trazan en la parte inferior.

En los techos de las naves laterales se representaron originalmente cuadros que relataban los milagros de San Agustín (nave del Evangelio) y de San Nicolás de Tolentino (nave de la Epístola), si bien algunos se perdieron y su espacio se aprovechó para situar una inscripción del Padre Muñoz Capilla que relata la invasión francesa y la posterior victoria española y la recuperación del templo.

En las bóvedas laterales, en los espacios que dejan los nervios góticos, se representan ocho santos agustinos: San Nicolás de Tolentino, Santa Mónica (madre de San Agustín), San Guillermo de Aquitania, Santa Clara de Montefalco, San Juan de Sahagún, Santa Rita de Casia, Santo Tomás de Villanueva y Santa Perpetua. 

Las pechinas que sustentan la bóveda central incluyen a los Padres de la Iglesia de Occidente: San Jerónimo, San Ambrosio, San Gregorio Magno y San Agustín. En el interior de la bóveda se pintan los cuatro evangelistas junto con los emblemas de San Agustín (mitra, templo y corazón inflamado). El centro lo ocupa un ángel y toda la bóveda se halla repleta de motivos decorativos. Sobre los arcos que sustentan la bóveda se representa la Asunción de la Virgen y la Ascensión de Cristo, por lo que toda la composición pareced girar en torno a la idea de lo ascensional y celestial, lugar donde Cristo y su Madre se encuentran en cuerpo y alma.

El mensaje

La culminación del mensaje de la Iglesia se encuentra en la Gloria de la cúpula central, en la que se representan coros celestiales de ángeles que tocan instrumentos junto a otros que vuelan portando atributos marianos. Este punto representa el gozo sin fin del Cielo y que, muy acertadamente define Miguel Ángel Adrián Abad como “el punto final del periplo que comenzó a los pies de la iglesia”.

La iglesia de San Agustín y el programa iconográfico que para ella diseñó Fray Pedro de Góngora, es una maravillosa obra “no solo en honor de las artes, sino de nuestra Religión, puesto que la majestad de tanto oro, algo amortiguado por la templada luz que entra por sus bien colocadas ventanas, hace que el alma se extasíe y hasta se crea más cerca de Dios, en aquel hermoso recinto donde la fe se aumenta y las esperanzas parecen realizarse”. Estas palabras de Teodomiro Ramírez de Arellano, quien perteneció en su día a nuestra Hermandad, bien podrían aplicarse al indescriptible grupo escultórico de la Virgen de las Angustias y su Santísimo Hijo. Ellos, que extasían el alma y acercan a Dios,  son el broche apoteósico al mensaje que Fray Pedro de Góngora nos quiso dejar en cada centímetro del templo.  

Bibliografía

Miguel Ángel Adrián Abad: La Iglesia de San Agustín de Córdoba y su programa iconográfico.

Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez: Paseos por Córdoba.

Juan Aranda Doncel: El Convento de San Agustín. ABC de Córdoba, 24/09/2007.