Siglo XVII: El gran esplendor

La Semana Santa y sus cofradías primitivas maduran y se enriquecen en lo humano y en lo artístico sobre todo en los primeros del siglo XVII. Sus andas se hacen más lujosas, las imágenes se visten con bordados y con atributos llenos de riqueza y en sus cortejos van estandartes. En 1626 la hermandad toma la decisión más importante de la historia cuando da los primeros pasos para tener una nueva imagen titular. En el ático de su camarín en San Agustín hay un cuadro que siempre se llamó fundacional. ¿Fue el titular y se sacó en la procesión del Viernes Santo? No está claro, porque también se habla de imágenes de bulto redondo.

El caso es que entonces el agustino Fray Pedro de Góngora y Angulo, que había sido superior del templo cordobés y en ese momento era el provincial y por lo tanto residía en Sevilla, encargó a Juan de Mesa, en nombre de la hermandad, la hechura de sus imágenes titulares. Aquel escultor había nacido en Córdoba en 1583 aunque vivía en Sevilla al menos desde 1606, cuando entró como aprendiz en el taller de Juan Martínez Montañés, y a partir de 1618 había revolucionado el panorama de la imaginería pasionista con su afán por mostrar un dolor en que las imágenes de Cristo, sin renunciar a lo divino, se acercaban al ser humano. Murió el 26 de noviembre de 1627 y en su testamento consta que dejaba “una Virgen de la Soledad o Angustias por el encargo del padre maestro fray Pedro de Góngora para el convento de San Agustín de la ciudad de Córdoba, a la cual no le faltan tres días de trabajo”.

Llegaron las imágenes a Córdoba el 18 de marzo de 1628 y su impacto fue inmediato. Los mejores testigos de ello son los cuadros que proliferaron por conventos y casas, lo que el catedrático de Historia del Arte Alberto Villar calificó de “éxito iconográfico”. Quizá el que está en el convento de San Rafael de las Madres Capuchinas sea el que ayuda más a viajar en el tiempo: ya son las imágenes de Juan de Mesa, con el Cristo sufriente todavía y la Madre asolada por el dolor. Lleva la vestimenta clásica que se había impuesto en el siglo anterior: manto negro y saya negra con larga toca blanca, pero también bordados y un aire de espiritualidad y recogimiento inigualable e inigualado.

En aquellos años del siglo XVII la Semana Santa de Córdoba era una fiesta esplendorosa que crecía. Sus hermandades salían para hacer estación en la Catedral, como pasaba en tantas ciudades, y los cordobeses rezaban a las imágenes y las esperaban en las calles. Hay documentados a lo largo de la historia muchos pasos y en aquella época las imágenes fueron bajo palio, que también llevaban muchas imágenes de Cristo. El que está documentado en 1663 era de terciopelo bordado sostenido por seis varales de madera dorada, que llevaban clérigos. Tenía 32 campanitas y “resultó muy rico” cuando se terminó.

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